lunes, 5 de julio de 2010

ALFABETIZACION, POLITICA Y MILITANCIA PARTIDISTA EN ARGENTINA

Minga se Alfabetiza

Alfabetización, política y militancia partidista en Argentina

El siguiente texto presenta una perspectiva de la controvertida relación entre alfabetización, militancia partidista y praxis política. Recorre dos planes nacionales de alfabetización en Argentina y muestra cómo lo que debería ser una praxis política, se convierte en una militancia partidista y sectaria. Praxis política en el sentido de un grupo de personas que se reúnen para realizar un intercambio de conocimientos en búsqueda de la solución de los problemas de la comunidad y con el fin de mejorar la calidad de vida de cada uno de los sujetos de ese grupo en particular y de la comunidad en general.

En el diario La Nación del 10 de setiembre de 2004 (pág. 21), aparece un artículo “Con la democracia se alfabetiza” de Nélida Baigorria, diputada nacional (supongo por el radicalismo) y presidenta de la Comisión Nacional de Alfabetización durante el gobierno de Ricardo Alfonsín.
Desde el palco opositor frente al gobierno de Kirchner y a la gestión del Ministro de Educación Daniel Filmus, la autora señala -con exactitud y justicia- la ausencia de un plan serio y pensado de alfabetización general en toda la República Argentina.
Según Nélida el último recuerdo en la Argentina de un plan de este tipo se remonta a 1989 –año en que Alfonsín le entregó anticipadamente su mandato a Carlos Menem. Al poco tiempo de iniciada esta gestión, el Plan Nacional dejó de funcionar. Muchos saben o sospechan qué cosa fue –en términos políticos, económicos y sociales- la década que allí se inició. Por eso no extraña que una decisión tan dura y extrema se haya dado en ese contexto.
El Plan Nacional de Alfabetización elaborado en 1984 durante el gobierno de Alfonsín estuvo pensado para una realidad que marcaba un 32,4 % de la población adulta sin alfabetizar.
Según la autora: “La filosofía del plan y sus fines fueron innegociables: hacer del analfabeto un ser humano libre, reflexivo y crítico, y al par de un ciudadano responsable adscripto a los valores de la democracia, la libertad, la igualdad y la justicia, la solidaridad, la paz y el trabajo.” De hecho, uno de los galardones que más enorgullecen a Nélida es haber recibido en 1988 (el Plan se inició en 1985) un Premio de la Unesco en el contexto de la Asociación Internacional de Lectura uno de cuyos miembros era Pablo Freyre.
Innegable logro. Pero parece que no lo entendieron así los del gobierno que sucedió a Alfonsín y de un día para otro en menos de un año, sin respetar lo pautado ni continuar para darle al menos un cierro decoroso (¿vale esta palabra aquí?) ese Plan fue abortado. Nélida cita las justificaciones de los peronistas que trataron al Plan de “antifederal, iluminista, abstracto y sectario”.
Huele todo demasiado mal lo que viene de los archivos de las palabras, frases, leyes, disposiciones, proyectos, etc., etc., menemistas. Sin embargo, si tan sólo nos tomamos de estas palabras y por un momento nos olvidamos del emisor, ¿no es lícito entonces preguntarse qué fue ese Plan? No queremos discutir qué logró, ni que hizo en términos prácticos. Nunca podremos discutir la buena fe de los alfabetizadores y de todos los que estuvieron junto a un grupo de personas intentado que al final de cierto tiempo puedan leer, escribir, ser independientes y puedan acceder al mundo de la lecto-escritura.
Sin dudas –según mi perspectiva- esa gestión fue lamentable, delictiva. Esto incluye la decisión arbitraria de levantar un Plan sin ofrecer otro.
Pero qué fue ese Plan. El Plan Nacional de Alfabetización en su modalidad “ a distancia” denominado Más vale tarde que nunca, en su “cartilla de unidad nacional” para el alumno de 1988 mostraba un método que puede describirse con el siguiente ejemplo: en la página 77 hay una foto de una sesión del Senado de la Nación, debajo de ella en negritas la siguiente frase: “El pueblo delibera y gobierna por medio de sus representantes y autoridades constitucionales”. Inmediatamente debajo, la palabra aislada gobierna. Luego la misma separada en tres: go-bier-na, y finalmente las sílabas go-ga-gu—Ga, Gu, Go, y los correspondientes espacios en blanco para repetir la escritura de cada una de ellas.
Hay otros textos que citan textual o por medios de paráfrasis a la Constitución Nacional. Pero además hay relatos, pequeñas historias. Como la que sigue:

“Brígida y su prima Cristina trabajan en la fábrica de hilados y tejidos El brillante desde abril del año pasado. Brígida trabaja en el primer turno y Cristina en el segundo. Cristina está en el departamento de estampado y Brígida en el de compras. Las dos piensan ir a su sindicato para que las ayuden por el asunto de su antigüedad. Ya cumplieron un año de servicios y todavía no se la pagan. Deberían hacerlo, pues así se estableció en las últimas paritarias.”

Luego vienen las consabidas preguntas para hacer el control de lectura comprensiva de ese texto.
Considero íntimamente que es muy discutible este tipo de recursos: relatos de lenguaje simple, con historias simbólicas irreales y ejemplificadoras en donde al final se usa información que no condice con el tono ni con el léxico empleado (“últimas paritarias”). Luego de esto no queda más que extraer el mensaje -por supuesto desde el primer carácter impreso- con preguntas direccionadas, simples, casi ingenuas (por no decir estúpidas). Poco aceptable es usar las frases para leer como medio de instrumento para adoctrinar.
Pero esto no parece nada –de hecho es opinable su método- en relación con lo que se puede encontrar –dentro del mismo Plan- en el “Manual de instrucciones para el alfabetizador” de 1986. Este Manual está separado en lecciones. Cada lección comienza (nuevamente) con una frase. Por ejemplo: “En una democracia todos participamos”. Luego se enumeran para esa lección: - objetivos, - sugerencias para el diálogo, - conceptos básicos, y una frase final: “Fuera de la Constitución no cabe esperar sino la anarquía o la tiranía.”
Así, ya de antemano, en cada lección y más allá de la particularidad de la comunidad, el Manual presenta dado el tema generador y lo que hay que traspasar: temas, tópicos para el diálogo y reflexiones, etc. Aquí el tema generador era la democracia.
Pero la sorpresa para el lector a la distancia de los casi veinte años se hace mucho mayor en la lección número 2 donde el tema generador es el salario mínimo, vital y móvil. La frase inicial dice: “La continuidad de los gobiernos constitucionales asegurará el salario mínimo, vital, y móvil.” Este tema generador no tiene frase final. El aspecto que sobresale por su carácter parcial, doctrinario, meramente político que como se dice coloquialmente “baja línea” aparece en los conceptos básicos.
Allí se dice: “El salario mínimo, vital y móvil debe asegurar al trabajador y a su familia (y se enumeran aquí diferentes derechos constitucionales)…” Continúa: “Desgraciadamente el país ha sido llevado por gobiernos anteriores a un estado de bancarrota, con una lacerante deuda externa e interna, un proceso de depreciación de la moneda y un paulatino deterioro del salario.” Y luego remata: “La inflación padecida durante muchos años, ha ido creciendo con el establecimiento del Plan Austral cuyo objetivo es la estabilización monetaria. Desde el mes de junio de 1985 el congelamiento de salarios y precios, ha tenido por finalidad cortar la escala inflacionaria.”
Se puede estar o no de acuerdo con esto en términos doctrinales, se puede ser o no radical, pero es innegable que un Plan Nacional de Alfabetización no puede presentar las acciones del mismo gobierno que lo impulsa como teoría general para que los alfabetizadores expliquen a los alfabetizandos. El trabajo de alfabetización no puede ser propagandístico.
No sé qué especie de genio malo me lleva a decir esto, pero encuentro que esa críticas peronistas citada por la misma Nélida, de que el Plan Nacional era “antifederal, iluminista, abstracto y sectario” se me hacen ciertas. Nada los justifica -ciertamente-, y son delincuentes en su responsabilidad civil al no haber propuesto un Plan superador o al menos igualador.
El gobierno menemista y sus votantes tienen que responder porqué tal desidia. Los que hoy abogan desde la oposición tienen que responder porqué –más allá del premio de la Unesco- ese Plan se instrumentó como medio de disciplina social, tal vez con buenas intenciones, pero ya sabemos -porque lo pisamos muchas veces- que el piso del infierno está empedrado de ellas.
Este artículo de Nélida se estaba anticipando a la presentación que el gobierno nacional iba a realizar el lunes 13 de setiembre del Plan Nacional de Alfabetización (kirchnerista).
Alejandra Toronchik en Clarín del 13 de setiembre en su artículo “El gobierno pone en marchar hoy el Plan Nacional de Alfabetización” (p. 31) aporta información interesante para lo dicho hasta aquí. Por un lado cita las palabras de Daniel Filmus. El Ministro sitúa al Plan dentro de la línea de educación popular de Pablo Freyre (que parece ser el cordero que quita todos los pecados pedagógicos) diciendo que dicha educación “parte de los saberes y conocimientos que cada educando trae de su experiencia vital, a diferencia de la escuela formal, donde el alumno debe adaptarse a una estructura rígida”.
Ahora bien, dentro de la mejor tradición radical ya descripta (santificada también por Freyre), y a pesar de esa aseveración de Filmus, los expertos han decidido que sea el inefable Inodoro Pereyra quien por medio de afiches comunique a los alfabetizadores y alfabetizandos (preferible a educandos) las frases generadoras, que son las “que sirven para trabajar las vocales, las consonantes, las reglas ortográficas, pero para discutir conceptos y temas de interés, como hay que vacunar a los hijos, el pueblo quiere justicia, hay que respetar las leyes, con el voto decidís el futuro, entre otros”.
Es muy difícil e irresponsable opinar sobre un material que no se conoce, pero este anticipo sugiere un Plan para nada superador.
Hay ciertamente una tarea educativa a partir de este Plan mucho más comprometida en el actual gobierno si se la compara con el último gobierno de raigambre peronista. Pero ello no implica no resaltar esa continuidad ideo-práctica de anclar en un ámbito que poco tiene de formal, cánones de la educación formal.
De los planes de alfabetización que conozco, la mayor parte está en estrecha relación con la política y eso se refleja directamente en la bajada de línea que el alfabetizando sufre.
Existe sin embargo un caso donde eso no es así y se trata del Plan Nacional Nunca es Tarde (NET). Dentro de este Plan lo laudable es su respeto por la diversidad de comunidades que pueden recibirlo. En su marco, dicho Plan no transpola temas generadores previamente establecidos desde la academia o símil a un cierto lugar. Sin embargo, y su nombre no deja de denotarlo, ese Plan está en contacto con el trabajo de base de grupos radicales en continuidad con aquel Plan de la década de los ochenta. Esto implica un giro, una apertura, pero a la vez una estrategia de permanecer en contacto con la gente, sin cometer ese error explícito de la doctrina a través de la alfabetización, pero limitando el error implícito de hacer de ese trabajo un trabajo de base, de militancia encubierta.
¿Es posible exigir de un plan tanta transparencia? Sí, es necesario. Es necesario esa apertura del grupo de alfabetizadores a la comunidad de alfabetizandos para que desde éstos mismos surjan los temas generadores, temas que estén en relación con su contexto vital y experiencial -cultural- tal como lo plantea NET, esté separada de cualquier forma de militancia partidista, sea oficial u opositora, sin dejar de reconocer que es la alfabetización una praxis política.

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